jueves, 21 de julio de 2016

Pollo a la mostaza.

Pues sí, la mostaza sirve para algo más que esconder el infame sabor de los perritos calientes. En esta receta, por ejemplo, le dio al pollo un aroma de más allá de los Pirineos.
Deshuesé un pollo y lo corté en trozos como para comerlos de uno o dos bocados. Con los huesos, las alas y las hojas verdes de un puerro, hice un caldo, usé un litro, más o menos. Enhariné el pollo y lo freí  vuelta y vuelta en aceite muy caliente. Retiré el pollo y, en el mismo aceite, freí una cebolla mediana cortada en juliana. Cuando la cebolla estaba dorada, añadí una cucharada de tomate triturado para desgrasar el fondo y lo freí un par de minutos removiendo y rascando el fondo con una cuchara de madera. Añadí una cucharada sopera de mostaza de Dijon y un poco de caldo. Lo trituré con la batidora. Añadí el caldo (colado) y el pollo y lo cocí a fuego lento una media hora. Me hubiese quedado mejor a fuego muy lento una hora, pero no tenía tiempo. Si, durante la cocción, ves que la salsa se espesa mucho, añade caldo.
Y ya está. Que me perdonen los enófilos, pero este plato pedía a gritos una cerveza y con eso lo acompañé.